Visión

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La Visión de nuestro futuro

“Las propósitos por los cuales la humanidad existe no debe preocuparte. La pregunta que debes hacerte en tu vida es acerca de la razón por la  cual tu estás  allí donde estás. Y si aún no tienes la respuesta, ponte a ti mismo metas, altas y nobles, e intenta alcanzarlas. No conozco mejor razón para vivir que luchar por alcanzar aquello que parece imposible”

                                   Friedrich Nietzsche

La visión apunta a definir de la forma más precisa posible aquello que deseamos crear. Una obra de arte, un libro, una composición musical, un entorno laboral, la forma en que quiero que mi empresa sea, un futuro personal, una forma de ser, etc. No se trata solamente de sueños tirados al aire o de cosas que simplemente deseamos que sucedan; se trata de algo que efectivamente estamos dispuestos a crear y para lo cual estamos comprometidos a esforzarnos por lograrlo.

Una aproximación habitual para definir determinado concepto es partir de la semántica de la palabra que lo representa. Es interesante hacer este ejercicio con la palabra visión. En este caso hay dos palabras que naturalmente nos vienen a la mente; éstas son “ver” y “mirar”.

La palabra “ver” se refiere al estímulo que la luz produce sobre el órgano óptico. Es un tema físico, tangible y objetivo. En cambio la palabra “mirar” introduce también los sentimientos,  claramente le pone cierta delicadeza a la acción. Mirar requiere del corazón.

La palabra “ver” apunta entonces hacia comprender las cosas tal cual son. La visión intenta describir las cosas tal como pueden llegar a ser. La diferencia es importante.  Mediante la visión podemos inventar y crear un futuro.

Para  tener una visión es necesario primero saber mirar.

La visión entonces define aquel futuro que queremos crear y construir. De acuerdo a esta definición parece algo encillo formular y expresar una visión de determinado futuro deseado. Sin embargo no lo es tanto si queremos que dicha visión tenga y provoque consecuencias reales y no sea solamente una expresión de deseo. Tampoco es algo que podamos responder en unos minutos. Debe ser el resultado de un proceso por el cual, el futuro que queremos crear redunda en algo lo suficientemente importante para nosotros como para poder amarlo e impulsarlo.

Es muy importante lograr definir y expresar aquello que efectivamente queremos crear.

La pregunta acerca de “qué” es lo que deseamos crear debe hacerse en forma clara y limpia, sin los condicionamientos previos de nuestra paradigmas, prejuicios o limitaciones.

Estoy seguro que a todos ustedes les habrá pasado que frente a determinada incitativa, de esas que surgen en los grupos durante las tormentas de ideas, no falta quien replique; pero ¿cómo vamos a lograr eso?  Y en este punto es clave entender que es fundamental separar ambas cuestiones durante este tipo de procesos.

El preguntarse  acerca de  “qué quiero”  no es lo mismo que preguntarse “cómo llego hasta allí”.

La primera pregunta apunta a resultados, mientras que la segunda apunta a  procesos.  Si nos preguntamos simultáneamente sobre el “qué” y sobre el “cómo”, estamos limitando nuestras posibilidades a concreciones de cosas que ya sabemos cómo lograrlas. Solo obtendremos así apenas simples variaciones de lo que ya tenemos.

Lo importante para logros realmente significativos es preguntarse sin miedos acerca de “qué” resultados queremos lograr. Luego buscaremos con afán los procesos y los medios para lograrlo.

Está bien que nos preguntemos acerca de cómo vamos a lograr crear determinado futuro, determinada condición laboral, determinada carrera profesional. Esa es una de las etapas del proceso creativo, justamente la puesta en acción. Pero demos tiempo al tiempo. Maduremos la idea, sintamos el sabor. Dense el derecho a soñar un rato e imaginar que eso o aquello puede llegar a ser un hecho en un mañana no muy lejano. Dense un descanso en esta carrera del día a día para poder visualizar, mirar y sentir un futuro diferente. No tenemos que tener todas las respuestas desde un primer momento; bastará con tener buenas preguntas. Las respuestas las iremos obteniendo una vez que hayamos iniciado la marcha.

Tengamos metas altas y nobles. Seamos intrépidos y atrevidos. Y más que temerle al fracaso de no alcanzar determinado objetivo, sintamos temor a nuestras propias inseguridades y a nuestros propios paradigmas y prejuicios que limitan nuestras aspiraciones y posibilidades.

Esto no quiere decir que seamos capaces de  alcanzar cualquier cosa que se nos ocurra. No estamos hablando aquí de técnicas de autoayuda,  ni de fuerzas ocultas o energías místicas.

Obviamente no podemos crear cualquier cosa que nos propongamos,  pero es importante que al momento de poner la meta, lo hagamos en primera instancia sin las limitaciones que los actuales  conocimientos nos pueden imponer. Gran parte de los avances científicos surgieron de tener primero la idea clara de lo que se quería crear y luego investigar y encontrar los medios para concretarlos. Muchas cosas sin embargo no fueron logradas, pero si no se parte de una visión alta y noble no lograremos resultados demasiado apasionantes.

Jack Welch, el legendario presidente de General Electric decía:  “una de las cosas que he aprendido es el valor de estirar la organización colocando la vara aún más alta de lo que la gente cree que puede alcanzar”